Una historia curiosa
Cuando se planea un viaje uno confía que todo saldrá a la perfección pero no siempre es así. Una vez durante un viaje a Tailandia me paso una historia bastante cómica que ahora recordándola me da mucha risa pero en aquel momento pasé un buen rato de angustia. Tengo la costumbre de que al subir en un taxi sentarme detrás del chofer y asegurarme que la ventana se puede abrir, siempre estoy atenta de que vaya por calles principales, o que no de muchas vueltas. Un día después de visitar varios templos, ya que estaba bastante cansada decidí regresar en taxi. En principio el taxista no me dio mucha confianza, pero como el coche ya estaba en marcha no podía bajarme. Después de que le pedí varias veces que me dejara en la próxima parada del bus, sin ninguna reacción de su parte, por atrás y ocultándolo le presioné con la punta de un boli en el cuello, algo que es fácil confundir con alguna otra arma. El pobre hombre paro el coche con la cara aterrorizada y cuando me baje se fue a todo gas.